“Los domingos, al caer la tarde, llegan a las estaciones trenes cargados hasta rebosar, de excursionistas que han pasado el día en las riberas, refrescándose. Los trenes sueltan esa carga que vino apiñada, estrujándose uno contra otros, sudorosos, en los pasillos, en las plataformas, en los estribos. Un hacinamiento de seres humanos y todos los consiguientes contratiempos del alborozo. Cantan, recitan, dicen sus chistes y observan el efecto que sus impertinencias causan en los demás. Algunos llegan en camiseta, o en saco de pijama, o con camisas arremangadas hasta el codo y, otros más tórridos, con los pantalones subidos hasta la rodilla. Son masas informes, montones de escombros humanos, pertenecientes a una sociedad que se ignora que existe. Vuelven del pic-nic y se derraman por los andenes como manchas andantes, como grumos y bolos fecales que expelen los coches.
“¿Quiénes son? ¿A qué país, raza, comunidad, secta pertenecen? Durante los días hábiles no se los ha visto. Cuidaban sus trajes, estaban reducidos al ritmo y las convenciones del empleo y de la ciudad. Ahora han recobrado su libertad, proclaman su bajeza, se empeñan en demostrar que son efectivamente seres inferiores con los cuales no podría constituirse ni un presidio. Han pasado todo el día en mallas, entrando al agua y tumbándose en las playas, bebiendo y bailando con músicas de fonógrafos portátiles. No están cansados porque no han terminado de expectorar y expulsar sus enconos. Quisieran ser más sucios, más soeces, más groseros, en una especie de frenesí lascivo. Esa es una forma de lujuria, las contemporáneas formas de las bacanales que tarde o temprano habrá que reinstaurar en nombre de la salud pública”.
“¿Quiénes son? ¿A qué país, raza, comunidad, secta pertenecen? Durante los días hábiles no se los ha visto. Cuidaban sus trajes, estaban reducidos al ritmo y las convenciones del empleo y de la ciudad. Ahora han recobrado su libertad, proclaman su bajeza, se empeñan en demostrar que son efectivamente seres inferiores con los cuales no podría constituirse ni un presidio. Han pasado todo el día en mallas, entrando al agua y tumbándose en las playas, bebiendo y bailando con músicas de fonógrafos portátiles. No están cansados porque no han terminado de expectorar y expulsar sus enconos. Quisieran ser más sucios, más soeces, más groseros, en una especie de frenesí lascivo. Esa es una forma de lujuria, las contemporáneas formas de las bacanales que tarde o temprano habrá que reinstaurar en nombre de la salud pública”.
Detalle del texto
Título | Regresos |
Autor | Ezequiel Martínez Estrada |
Fecha | - |
Fuente | La Cabeza de Goliat, 1981, Tomo 2, p. 253. |
Créditos | - |
Zona | - |
Tema | Sociedad, Recreación |
Medio | Ensayo |
Categoría | Diversión |
Etiquetas
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